lunes, 30 de octubre de 2017

Rojo arce.



Ritmo de otoño
Federico García Lorca

Sobre el paisaje viejo y el hogar humeante
quiero lanzar mi grito,
sollozando de mí como el gusano
deplora su destino.
Pidiendo lo del hombre, Amor inmenso
y el azul como los álamos del río.
Azul de corazones y de fuerza,
el azul de mí mismo,
que me pongan las manos la gran llave
que fuerce al infinito.
Sin terror y sin miedo ante la muerte,
escarchado de amor y de lirismo,
aunque me hiera el rayo como árbol
y me quede sin hojas y sin grito.

Ahora tengo en la frente rosas blancas
y la copa rebosando vino.

sábado, 28 de octubre de 2017

Amanece que no es poco.


 Amanecer de otoño
Antonio Machado.

Una larga carretera
entre grises peñascales,
y alguna humilde pradera
donde pacen negros toros. Zarzas, malezas, jarales.

Está la tierra mojada
por las gotas del rocío,
y la alameda dorada, 
hacia la curva del río.
Tras los montes de violeta
quebrado el primer albor:
a la espalda la escopeta,
entre sus galgos agudos, caminando un cazador.

lunes, 16 de octubre de 2017

Amanece en el desierto.


Amanecer de agosto.
Juan Ramón Jiménez.

¡Soles de auroras nuevas contra los viejos muros
de ciudades que aún son y que ya no veremos!
¡Enfermedad que sale, después de obrar fuerzas,
otra vez al camino, para no ir a su término!
¡Mañana de tormenta, con un vasto arco iris
sobre el despierto fin del silencioso pueblo!

-Se sabe que los vivos amados de los que están lejos,
están lejos, que están muertos los que están muertos;-

¡Trenes que pasan por el rojo ladrillo,
deslumbrados de sangre de tedios polvorientos!
-que ya está para siempre, para siempre hecho aquello,
que no hay más que llorar, que ya no tiene arreglo;-

¡Marismas que reflejan hasta un fin imposible
el carmín del naciente, en cauces medios secos!
¡Estancias que una víspera dejó abiertas, ahogadas
de rosa, ardientemente, por el oro primero!

-La pureza despierta en bajo desarreglo,
con el mal sabor de boca que ayer besaba al céfiro...-

¡Amores que ya no son y que el alma extravía!
¡Besos apasionados que al alba no son besos!
¡Campos en que una, antes, amó a otro, pinos tristes,
tristes veredas, llenos tristes, tristes cabezos!
... Eterno amanecer de frío y de disgusto,
fastidiosa salida de la cueva del sueño!

lunes, 9 de octubre de 2017

La vida en el desierto.



Jorge Luis Borges.
El desierto.

Antes de entrar en el desierto 
los soldados bebieron largamente el agua de la cisterna.
Hierocles derramó en la tierra
el agua de su cántaro y dijo:
Si hemos de entrar en el desierto,
ya estoy en el desierto.
Si a la sed va a abrasarme ,
que ya me abrase.
Esta es una parábola.
Antes de hundirme en el infierno
los lictores del dios me permitieron que mirara una rosa.
Esa rosa es ahora mi tormento 
en el oscuro reino.
A un hombre lo dejó una mujer.
Resolvieron mentir en el último encuentro.
El hombre dijo:
Si debo entrar en la soledad
ya estoy solo.
Si la sed va a abrasarme,
que ya me abrase.
Esta es la otra parábola.
Nadie en la tierra
tiene el valor de ser aquel hombre.